Intentar encasillar Nefando dentro de una sola sección en una librería es una tarea imposible. Es cierto que lo que a mí me había llegado de esta obra era que podría circunscribirse dentro del género de terror. Sin embargo, el terror —aunque no siempre— suele ir asociado a algún tipo de elemento fantástico o sobrenatural, algo que contribuya a pueda ser más soportable. En el género negro estamos acostumbrados a que el horror sea tangible, a que vaya de la mano de un realismo doloroso. Y creo que ahí es donde encaja Nefando: en un estante en el que el pavor y la materialidad más profunda se mezclan y se funden.
Podría hablaros de algunos de los temas que se abordan en este libro, daros algunas pinceladas sobre lo que trata de contar, la historia de fondo que sirve como excusa para todo lo demás. Pero creo que no saber nada en absoluto sobre esta obra contribuye a enriquecer la experiencia lectora. Estamos ante una novela tan compleja, con una profundidad narrativa tal, que el argumento se convierte en algo secundario. Y a pesar de ello, sin ese argumento nada tendría sentido. Mónica Ojeda nos enfrenta al horror y a los recodos más oscuros del ser humano, y lo hace de un modo tan directo que abruma. No estamos ante una de esas obras en las que lo que se intuye impacta tanto como lo que se muestra, porque la crudeza surge al obligar al lector a colocarse cara a cara frente al espanto.
Juega con nosotros, se recrea en el morbo y dosifica la información para que no queramos dejar de leer. No nos juzga por ello, es parte del trato. Sabe que no podremos parar, que querremos mirar de frente al abismo, porque así es la naturaleza humana: curiosa y retorcida. Pero al mismo tiempo necesitaremos apartar la mirada, dejar de leer y tomar aire para que el trayecto sea soportable.

Nefando requiere de paciencia. Es probable que una vez traspasado cierto número de páginas, el lector regrese de nuevo al comienzo pensando que hay algo que se le ha escapado. No sabemos bien qué nos está contando, y tan solo unas declaraciones en forma de entrevistas de algunos de los testigos nos empiezan a dar pistas de qué estamos leyendo. Y cuando todo cobra sentido, desearemos que ese clic en nuestra cabeza nunca se hubiese producido. Cuando ya no hay vuelta atrás, cuando todo explota y estás tan enfangado que no puedes escapar.
A pesar de todo lo que he dicho, quiero aclarar que en Nefando encontramos una belleza textual de dimensiones colosales; es uno de los motivos por los que el impacto es aún mayor. Entre toda esa crudeza, descubrimos fragmentos en los que reflexiona sobre el uso del lenguaje. Cómo nos construye, cómo podemos escoger hacer de él algo inmutable o algo dúctil.
«…el lenguaje nos transforma y después ya no volvemos a ser los mismos.»
«…cuando el lenguaje nos toca, y con él tocamos las cosas nombrándolas, describiéndolas, creemos que lo sabemos todo, que lo aprehendemos todo, y desde ese momento en adelante lo que hay en nuestros ojos es pura soberbia.»
Nefando, página 66.
Me encantaría detenerme a analizar los artefactos narrativos del libro, las herramientas que emplea Ojeda, mostraros frases y fragmentos, y recrearme en ellos. Pero siento que os robaría el placer de descubrirlos por vosotros mismos. Nefando no es una novela que recomendaría a la ligera, y sin embargo me encantaría que todos salieseis corriendo a por ella. Creo que regala una experiencia lectora que tarda en despegarse de la piel. Yo ya lo estoy releyendo, y sé que volveré a él en repetidas ocasiones. Y qué alegría encontrar libros así.
Título: Nefando. Autora: Mónica Ojeda. Editorial: Candaya. Año de publicación: 2016. ISBN: 9788415934233. Páginas: 208. Precio: 16€ Ficha en la web de la editorial: https://www.candaya.com/libro/nefando/
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