Elena sabe, de Claudia Piñeiro

Elena sabe que a su hija Rita la han asesinado. No importa que la encontrasen ahorcada del campanario de la iglesia, que a su vez funcionaba como pararrayos. Sabe que Rita tenía un miedo atroz a los relámpagos de las tormentas, y aquella tarde llovía. Nunca se habría acercado en un día así. Da lo mismo lo que prueben las evidencias: Elena sabe que Rita no se ha suicidado.

Por ello, no se rinde aunque la investigación se considere cerrada. Acude de manera regular a hablar con el inspector Avellaneda. Él siempre habla con ella. No puede darle la espalda a una mujer que ha perdido a su hija, a su único familiar. A una persona que se ha quedado sola. Repasan la lista de posibles sospechosos, pero ninguno parece tener un motivo. A pesar de todo, Elena no desiste. No importa que apenas pueda caminar, que no sea capaz de sostener erguida su propia cabeza, que babee, o que no consiga levantarse de la silla sin ayuda. El Parkinson devora su cuerpo, pero no su voluntad. Y trata de obtener justicia con toda la entereza que su dolencia le permite.

Lucha contra el propio cuerpo.

Elena sabe es una historia de lucha contra el propio cuerpo, una crónica de duelo y desconsuelo. Cada minuto del día, Elena tiene que enfrentarse a esa enfermedad que se ha apropiado de su libertad de movimientos. Los ritmos los marca su medicación, y debe tener presente dónde se encontrará cuando los efectos empiecen a fallar. No obstante, la búsqueda de la verdad de lo que le sucedió a Rita la empuja a salir adelante. A coger taxis para encontrarse con personas que cree que podrán ayudarla. A dar un paso más, metafórica y literalmente, para descubrir quién asesinó a su hija.

«Tengo Parkinson, dice y le ahorra la pregunta, no sabía, dice Isabel, cuando nos conocimos no tenía, o si tenía no me había dado cuenta, dice Elena, y de camino al sillón que le ofrece Isabel se pregunta por qué dice «tengo» Parkinson si ella no lo tiene, lo último que haría sería tenerlo. Ella lo padece, lo sufre, lo maldice, pero tenerlo no, tener implica voluntad de agarrar algo, de sostener, y ella no, eso sí que no. «

Elena sabe, página 158.

La autora recurre a diálogos novelados, a líneas y líneas sin un solo punto, a páginas sin puntos y a parte. El efecto conseguido es el de continuidad, de una cierta prisa y urgencia por contarlo todo. El clímax de la novela llega con una conversación entre Elena y una mujer que conoció hace veinte años, en la que —entre muchos otros temas— Piñeiro nos habla una vez más sobre el aborto (como ya hacía en Tuya) y ese derecho que todas deberíamos poder ejercer. Un tema recurrente en su obra. Y en su vida, ya que es una conocida activista en torno a las protestas en Argentina contra la actual ley del aborto (ley promulgada en 1921 que sigue sin modificarse ni actualizarse a día de hoy).

«…no sé qué siente una mujer que se hace un aborto pero sí sé lo que siente una mujer que no quiso ser madre y lo fue, ¿sabe qué, Elena?, la culpa de sus pechos vacíos, y el dolor por esa mano que se estira pidiendo la suya y la suya, aunque la tome, no quiere tocarla, siente no saber acunar, ni arropar, ni mecer, ni entibiar, ni acariciar, y la vergüenza de no querer ser madre, porque todos, los que dicen saber, aseguran que una mujer tiene que querer ser madre.»

Elena sabe, página 174.
Claudia Piñeiro con un libro de Samanta Schweblin en sus manos
Claudia Piñeiro

La enfermedad y la vejez

Por suerte, en la ficción literaria comienzan a aparecer más protagonistas con edad avanzada. A pesar de que no es tan complicado como puede ocurrir en el cine, en el género negro no hay tantos personajes principales que superen la edad de jubilación. Menos aún si hablamos de protagonistas femeninas. Y todavía menos si hablamos de mujeres enfermas.

Aún cuesta hablar de cuerpos que sufren dificultades a la hora de levantarse cada mañana, que necesitan purgarse cada cierto tiempo por su dificultad de ir al baño. Cuerpos que huelen a orina de manera constante, a ese aroma a piel madura mezclado con olor a cerrado. Y sin embargo, todos llegaremos a ese lugar, a ese momento. Con mejor o peor suerte. Piñeiro reflexiona en concreto sobre los cuerpos de las mujeres, hasta qué punto somos dueñas de ellos, cuánto podemos decidir y cuánto no. Habla de enfermedad, de dolor, de inconvenientes y del paso lento del día. De la responsabilidad de los hijos de cuidar de los padres, algo para lo que nunca estás lo suficientemente preparado, ya que ese atención va unida a una lenta despedida de aquellos que siempre han cuidado de ti.

¿Novela negra?

Elena sabe es uno de esos textos de los que muchos dudarán sobre cómo calificar. Qué etiqueta ponerle. Por encima de todo, estamos ante buena literatura, sin colores ni marcas. Pero sí, sí que es una obra donde la denuncia social tiene un importante peso en la narración, donde la intriga por la historia de Rita y su supuesto asesinato nos impulsa a seguir leyendo.

El género negro siempre ha buscado remover a sus lectores, mostrar un relato con un calado más hondo que el que podría parecer de manera superficial y tocar temas delicados. E incluso dolorosos. Piñeiro tiene una forma muy personal de afrontar el género. Y es gracias a ello que consigue llegar a más público; a aquellos que de otro modo se acercarían con recelo a este tipo de obras.

Título: Elena sabe.
Autora: Claudia Piñeiro.
Editorial: Alfaguara (2019).
Año de publicación: 2005.
ISBN: 9788420431970.
Número de páginas: 208.
Precio: 17,90€.
Ficha en la web de la editorial: https://www.megustaleer.com/libros/elena-sabe/MUY-000894

Un comentario sobre “Elena sabe, de Claudia Piñeiro

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  1. Marta,
    debo reconocer que me interesó particularmente esta mirada que hacés sobre el valor del cuerpo «muerto», o casi. De un cuerpo que no responde y de una conducta incansable de Elena por saber qué sucedió con su hija.
    Estoy escribiendo un recorrido de la autora, Claudia Piñeiro, sobre su enfoque del aborto, y su manera de «ponerlo en el tapete» en una sociedad que oculta y elige muchas veces no decir.

    Me gusta

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