El 24 de Julio de 2011 Garrett Phillips de 12 años de edad, fue asesinado en su propia habitación, en su casa de Postdam (Nueva York). Eran alrededor de las 17:00 cuando unos vecinos parecieron escuchar unos golpes y gritos de ayuda. Sin tener del todo claro lo que estaba sucediendo, prefirieron alertar a las autoridades. Poco después, un agente logró entrar en el domicilio y se encontró el cuerpo de Garrett sin vida.
Pasadas ya las primeras horas el principal sospechoso fue Nick Hillary, el ex novio de la madre de Garrett. Que sea señalado desde un primer momento, siendo de raza negra en una comunidad mayoritariamente blanca, resulta cuanto menos inquietante. Ninguna prueba parecía situarle en la escena del crimen, pero la pareja había tenido sus diferencias en el pasado, en parte debido a que Garrett no aprobaba esa relación.
Construcción a tiempo real.
Desde los primeros minutos Liz Garbus, directora y productora de este documental, juega con el factor de que es probable que el espectador no conozca el caso. Por ello, escoge una narración que simula una acción en tiempo real, como si desde que se produjo la llamada de aviso hubiese estado a pie de calle rodando. Esta herramienta, que puede parecer habitual, no lo es tanto en este tipo de exposiciones en las que es frecuente que salten adelante y atrás en la línea temporal para generar interés por lo que viene después.
De este modo, consigue construir un relato de la manera más objetiva posible (teniendo en cuenta la subjetividad que conlleva lo que decide o no decide contarte) para que sea el espectador el que construya su propia historia. Podemos ver qué vio la policía en la escena del crimen, en los alrededores de la vivienda, y también escuchar los interrogatorios que se produjeron a diferentes testigos o sospechosos.

Búsqueda de una cabeza de turco.
Si habéis visto algún true crime sobre del funcionamiento penal en EE.UU. ya sabréis que es frecuente que se busque a alguien a quien culpar más que al verdadero culpable. Cerrar los casos, conseguir que los familiares de la víctima duerman tranquilos porque ya hay un condenado entre rejas, prima sobre el hecho de lograr hacer justicia de un modo real. No importa tanto el «quién» como un «alguien».
A los pocos minutos de ¿Quién asesinó a Garrett Phillips? nos daremos cuenta que hay algo que no va bien en el caso, o al menos que hay algo que no nos están contando. No hay suficientes pruebas para incriminar a ningún sospechoso, y las prisas por querer anunciar que han detenido al culpable pesan sobre la investigación y la verificación de datos.
A pesar del título que le han colocado al documental, este no busca tanto resolver el misterio de este asesinato como establecer una duda razonable acerca de las actuaciones de la policía y del sistema judicial norteamericano. Sus prejuicios, su mala praxis en muchas ocasiones. Para que al menos las injusticias no caigan en el olvido y se visibilicen para tratar de no repetirlas.
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