Las víctimas de violación se convierten en sí mismas en parte de la escena de un crimen. Son las depositarias de las evidencias físicas, y como tal deben pasar por un proceso de recolección de pruebas que resulta difícil y doloroso. No solo por lo minucioso del procedimiento, sino también porque es necesario llevarlo a cabo en las horas siguientes a la agresión. Justo lo que cualquiera necesitaría evitar mientras se encuentra en estado de shock.
Esas evidencias deben ser enviadas a analizar para pasar al expediente del caso, y para formar parte de la base de datos de la policía. De este modo si existe una coincidencia con alguna persona que ya ha sido fichada será posible localizarla. Pero, ¿qué ocurriría si esas pruebas tan solo fuesen almacenadas sin llegar a procesarse? Esto es lo que cuenta I am evidence, una escalofriante película documental sobre la desidia de la policía de los EE.UU.
Mariska Hargitay, una de las actrices de la serie Ley y Orden, es una de las productoras del documental. Su papel en dicha serie consistía en luchar de manera incansable por la recuperación de las supervivientes de agresiones sexuales, tratando de eliminar el sentimiento de culpa que suele venir asociado a este tipo de situaciones. Debido a ello, Hargitay recibía cartas de víctimas reales en las que le contaban sus experiencias. Estas cartas llevaron a Hargitay a indagar acerca de estos casos y a denunciar la falta de actuación de la policía a través de esta película.
La historia narrada en I am evidence transcurre sobre todo en Detroit, una de las ciudades con mayor índice de agresiones sexuales del país. Una localidad abrumada por el elevado registro de criminalidad, y que ve cómo la escasez de medios y presupuestos ha terminado con centenares de cajas apiladas con pruebas de violación sin analizar y casos sin investigar.

¿De qué sirve reunir el coraje y el valor necesarios para poner una denuncia, pasar por todo el proceso en el que te toman declaración y recorren al milímetro tu cuerpo en busca de algún resto de ADN? Para que esas pruebas terminen sin procesar. Ese mínimo de esperanza que te queda cuando vuelves de nuevo a tu vida de que, tal vez, algún día arresten a tu violador y lo lleven a juicio, permanece en una caja esperando a que sea demasiado tarde para que pueda resultar útil.
A través de las declaraciones de algunas de las afectadas por esta situación, podremos observar cómo el sistema deja de lado a este tipo de víctimas, y como la inactividad policial deja escapar conexiones entre distintos casos que han podido ser cometidos por el mismo criminal. También indaga en cómo es posible salir adelante tras un trauma así, y las diferentes maneras de afrontarlo de cada una de las protagonistas. Del mismo modo, podemos ver cómo el apoyo de la familia y el entorno resulta trascendental para que esas mujeres puedan volver a llevar una vida lo más normal posible.
Estos documentales no solo sirven para denunciar una situación que de otro modo seguiría sin solucionarse, sino también para sensibilizar al espectador. A día de hoy, sigue cuestionándose a la víctima (en España no hace tanto lo hemos visto con el juicio de La Manada) y aún cuesta confesar que has sufrido una violación, incluso en los entornos más cercanos. Es más: la mayoría de nosotros seguimos sin estar preparados para reaccionar ante una realidad así y no sabemos cómo responder cuando conocemos a alguien que le ha sucedido debido a esa invisibilización a la que sometemos a estos casos.
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