Horas antes del alba, de Celia Fremlin (1958)

Necesito dormir

Louise acaba de ser madre por tercera vez. Margery y Harriet, sus dos primeras hijas, son algo más mayores, juegan juntas y se entretienen solas. Eso sí, son dos auténticos terremotos (para que luego digan que las niñas son más tranquilas). Sin embargo, el recién llegado Michael requiere de toda la atención de Louise.

Es un bebé que se pasa las noches en vela, llorando, y que no deja descansar a Louise. Y lo que es incluso peor: no deja dormir a Mark, el padre de familia, que no soporta que el pequeño le desvele con su llanto cada noche. Así, Louise acaba durmiendo en los rincones más recónditos de la casa para acallar al niño y tratar así de que no despierte al resto de la casa. Esta sería la premisa de partida de «Horas antes del alba», una novela excepcional de Celia Fremlin.

Un dinero extra

Ya que ahora son uno más, a la economía familiar no le vendría mal un dinero extra. Por eso cuando Vera Brandon acude un día a ver la habitación del ático y decide aceptarla sin apenas condiciones, todos están encantados. Vera afirma ser profesora, por lo que debe estar acostumbrada al ajetreo de los más jóvenes de la casa. Y hasta es posible que algún día pueda hacerles de niñera si surge un imprevisto. Louise siente que ve la luz al final del túnel.

Todo parece más o menos normal: un matrimonio joven con tres hijos al que se suma una inquilina seria y respetable. La falta de sueño de Louise le hace ver fantasmas donde no los hay y empieza a preguntarse de dónde ha salido esta tal Vera Brandon y el porqué de algunos de sus extraños comportamientos.

«Daría cualquier cosa, cualquier cosa por una noche de sueño.»

Horas antes del alba, página 7

Lo que esconde

«Horas antes del alba» fue premiada en 1960 con el Premio Edgar a la mejor novela de misterio. A pesar de que con lo que os he contado nada parece darnos pistas de cuál es el enigma que esconde la obra, hay un halo de inquietud a lo largo del texto. Para que este recurso funcione, es fundamental la elección de una narradora dudosa que no está segura de lo que ve o lo que escucha. El instinto protector de madre le hará sospechar de todo y de todos.

Me encantaría contaros más, pero un elemento crucial del funcionamiento de esta obra reside en que hasta las últimas páginas ni siquiera sospechas cuál es el golpe de efecto final.

Contexto histórico y social

No obstante, nada de eso es lo más relevante de este libro.

Tras la II Guerra Mundial, se fomentó una campaña de acoso y derribo sobre las mujeres para que renunciasen a la vida laboral en favor de los hombres que regresaron del frente. Fueron muchas las que una vez que conocieron lo que era poder tener el control de su propia economía no querían renunciar a este privilegio. Muchas fueron despedidas, pero al resto las sometieron a unas condiciones desfavorables tan duras que en multitud de situaciones prefirieron rendirse.

A esto debemos sumarle una situación económica en la que se propició la compra de viviendas en barrios residenciales (con unos precios muy asequibles) y unos importes en el sector automovilístico muy ventajosos. Y así, casi sin darnos cuenta, tenemos un panorama en el que se favoreció el aislamiento social de las mujeres: las familias se mudaron a las afueras y ellas quedaban apartadas de la vida cultural de las grandes urbes. Con cuidar de sus hijos ya tenían bastante.

La parte buena es que todo esto alimentó la segunda ola del feminismo (desde principios de los años 60 hasta finales de los 80). La parte mala es que todo el avance social que habíamos logrado a lo largo del siglo XX se vio mermado en unos pocos años.

Si no conoces todos estos datos, vas a disfrutar de «Horas antes del alba» igualmente, pero sabiendo de dónde surge esta historia todo resulta mucho más emocionante. Louise ha sido educada para no molestar, para no ser importante dentro de su familia. Es más urgente que su marido pueda descansar a que lo pueda hacer ella. Que su nueva inquilina no proteste por los berridos de su hijo. Que la vecina no llame a la policía porque tampoco es capaz de pegar ojo. Louise antepone las necesidades de todas y cada una de las personas que la rodean a las suyas, porque es lo que se espera de una buena madre y una buena ama de casa.

La pared vacía

Ha habido un par de momentos en los que esta novela me ha recordado irremediablemente a «La pared vacía» de Elisabeth Sanxay Holding. Esa ausencia de un espacio propio, de una habitación como reclamaba Virginia Woolf. Esos momentos en los que Louise necesita ausentarse de su casa para resolver un par de dudas que no le dejan vivir, y en los que debe realizar todo tipo de malabarismos para lograrlo.

«Solo cuando hubo estado de acuerdo con la proposición y hubo colgado el aparato, empezó a enfrentarse a la cuestión de cómo podría salir de su casa a las cuatro de la tarde, sin tener a nadie que cuidara de los niños, sin tener el té listo y sin tener una idea de lo que iba a cocinar para la cena a su regreso.»

Horas antes del alba, página 163

Ser prisionera de tus propias circunstancias, no tener tiempo ya no solo para ti, sino para solucionar cuestiones domésticas que involucran a toda la familia. Una situación de la que no cuesta imaginar que muchas mujeres tratasen de huir al poseer independencia económica y una vida social. Porque una cosa es ser madre, y otra no ser nada más que eso.

Celia Fremlin

Denuncia social

Es curioso cómo este tipo de tramas nunca las encontramos como uno de los ejemplos de novela negra social. Una vez que se atraviesa el umbral de un domicilio, los problemas pasan al ámbito privado, y airearlos resulta, incluso, de mal gusto.

«Hablar de los hijos propios no es permisible, socialmente hablando.»

Horas antes del alba, página 35

Las mujeres debían ocuparse de la economía familiar, de las compras de alimentos y ropa de los hijos, hacer la colada, planchar, limpiar la casa, cocinar (decidiendo también menús y tipos de alimentos). Hacer de enfermeras, de madres y esposas, siempre con una sonrisa. Sin demostrar cansancio ni quejarse. Mostrándose agradecidas. Sin tiempo para descansar, ni para socializar. Tratando tan solo con sus hijos y con su marido durante años. Y todo eso sin volverse locas.

Esa situación que está tan normalizada (por suerte cada vez menos) nunca se ha considerado motivo de denuncia en la literatura de género. Solo afecta a las mujeres que todo el sustento familiar recaiga sobre sus hombros. Es algo natural que viene con el sexo, al parecer. Y a muchos hombres incluso les incomoda que se expongan estos temas de forma tan descarnada. Supongo que porque se sienten interpelados. Y nadie se siente interpelado por algo que no considera que gire en torno a él.

Calidad narrativa

A pesar de que todos los temas que toca esta novela (uno de ellos es fundamental, pero no puedo hablar de él para no caer en spoilers) lo que destaca por encima de todo es la calidad de la prosa de Fremlin. Aunque escoge una tercera persona para contar todo lo que vive Louise en esta historia, todo el rato sientes que estás dentro de su mente. Que la comprendes y empatizas con ella. Y sientes ganas de ir a darle un abrazo.

La construcción de personajes es excepcional, y creo que destaca por encima de todo el retrato. El momento en el que Louise dialoga con ellas para descubrir el juego del espionaje (un elemento fundamental de la trama) es soberbio. Refleja de un modo brillante tanto la forma de expresarse de las niñas como la forma en que su madre es capaz de extraer de ellas la información que necesita.

En definitiva, «Horas antes del alba» es una obra excepcional. El desarrollo de la trama, la elaboración de los personajes y el dominio del suspense son sublimes. La confusión que siente Louise en algunos momentos del libro consigue sentirla el lector. Y el contexto social que se esconde tras este trabajo es el broche de oro para considerarla una de las mejores novelas de género negro de los años 50.

Deja un comentario