Un cadáver en la nieve.
La nieve había empezado a caer el martes a la hora del cocktail. Enormes copos cubrieron las calles de la ciudad de Nueva York en pocas horas. La mañana del miércoles, las máquinas quitanieves no daba a basto. Butch y Buddy tienen que recurrir a las palas para cargarla en camiones. La pala de Buddy choca contra algo sólido, pero no es asfalto. Aparta la nieve, y descubre el cuerpo de una mujer joven. Un cadáver que está caliente y cuyo rostro se ha tornado de un color amarillo intenso.
No tardan en encontrar parecido a la joven con Kitty Jocelyn. Pero casi al instante descubren que esa noche ha hecho su debut en sociedad con una fiesta repleta de invitados. Las fotografías del evento no dejan dudas de que no puede ser la misma persona, pero la semejanza es asombrosa.

Doctor Basil Willing.
La fiesta de la muerte es la primera entrega de una serie de novelas protagonizadas por el médico psiquiatra Basil Willing. Ya en las primeras páginas, este personaje afirma que todos los seres humanos, además de dejar marcas físicas, también dejan un rastro de huellas digitales psíquicas y que estas no pueden ocultarse con guantes. Estamos en 1938, y el psicoanálisis había supuesto toda una revolución en el campo de la psicología y la psiquiatría. Entre algunas de las afirmaciones que planteaban estas teorías tendríamos que el lapsus es un dato erróneo de la conciencia que manifiesta una descarga del inconsciente.
De este modo, los despistes, los olvidos, los errores a la hora de escoger una palabra mientras hablamos, serían un reflejo fiel de nuestro subconsciente y nuestra psique. Los argumentos que aporta el doctor Basil Willing siempre van de la mano de las evidencias físicas y nunca las sustituyen. Gracias a ello, resulta un aporte de lo más interesante para conocer un poco más la influencia que estas doctrinas tuvieron en su momento.

Fármacos, dinero y fama.
Puede que uno de los elementos que más me han fascinado sea el descubrimiento del 2,4-dinitrofenol. Fue uno de los primeros fármacos que se emplearon en las terapias para bajar de peso. Lo más curioso es cómo descubrieron sus efectos: los trabajadores de las fábricas armamentísticas que estaban en contacto con esta sustancia perdían peso. Fue prohibido en 1938 —año de publicación de este libro— debido a la cantidad de consecuencias adversas que se detectaron, tales como hipertermia tóxica, hepatotoxicidad o formación de cataratas. Uno de los motivos por los que McCloy lo escogió para esta novela es que provocaba un exceso de calor tal que causaba una subida de la temperatura incontrolable.
También me ha resultado fascinante el análisis velado (o no tanto) que se realiza de la alta sociedad. La madrastra de Kitty quiere organizar una fiesta a la altura de lo que la joven necesita para alcanzar una buena posición, y no duda en hipotecar todo lo necesario para conseguirlo. Incluso encontramos una referencia a la crisis de 1929 y las repercusiones que tuvo en determinados grupos sociales. Relacionado con todo esto, también podemos ver alguna afirmación devastadora sobre las mujeres trabajadoras y su dificultad de conseguir un empleo tras la guerra:
«No me gusta en especial este trabajo, no es más que una de las formas en que una mujer sin mayores estudios puede ganarse el pan.»
La fiesta de la muerte, pág. 107.

Y os dejo otra perla acerca de los usos y abusos de las instituciones mentales como lugares de reclusión contra la voluntad y salud de algunas personas:
«Lo que más desilusiona a los psiquiatras es descubrir cuantos pacientes bondadosos quieren que otros miembros de la familia sean declarados locos.»
La fiesta de la muerte, pág. 51.
De igual modo, se aborda el tema de la ética dentro del mundo de la publicidad y cómo no tenían ningún reparo a la hora de representar un producto que luego no estarían dispuestos a utilizar. La responsabilidad como imagen de la marca es algo que hoy tenemos bastante interiorizado, pero está claro que ha existido una evolución en los contratos y la legislación que lo regula.
Construcción de los personajes.
Me ha resultado gracioso (por no utilizar otra palabra menos educada) toparme con una crítica del 23 de Julio de 1938 publicada en el Times Literary Supplement por Maurice Percy Ashley que no comenta que: «… unfortunately the characters are scarcely sufficiently well developed to be exciting, with the exception of Dr. Willing. If Miss McCloy will pay a little more attention to characterisation she may one day attain first-class honours.» Podéis leer su texto completo en el blog The Grandest Game in the world.
Algo que considero que destaca es precisamente la construcción de los personajes. No estamos ante protagonistas planos, sino que cada uno de ellos posee una identidad definida. La agilidad de los diálogos ayuda a ello, consiguiendo que tengan voz propia y que la consecución de sus actos sea algo lógico dentro de la narración. Me consta que no soy la única que lo ve así, porque son varias las reseñas y críticas en las que se señala este particular. Me hace preguntarme si la creación de personajes femeninos que no caen en los estereotipos y clichés será lo que llevó a Maurice Percy Ashley a las conclusiones de su texto.

Descripciones y ambientación.
Por último, no quiero dejar de remarcar la habilidad de McCloy a la hora de describir espacios y lograr así la ambientación que busca. No se enreda en largas descripciones, y la sutileza de los detalles aporta el tono indicado a lo que creo que quería transmitir.
«Las oficinas de la Industrial Finishing Company recordaban a una catedral: la iluminación era indirecta como si se filtrara por ventanales góticos. Las paredes estaban cubiertas por paneles de roble, las sillas y las mesas eran de estilo jacobino. No se oía ni un susurro en su interior, y los empleados caminaban suavemente sobre espesas alfombras.»
La fiesta de la muerte, pág. 111
«El living-room de la casita vecina a la librería estaba amueblado con buen gusto, pero era muy pequeño. El ruido de los automóviles venía por las ventanas, y el olor de cebollas fritas desde el hall. Era un rudo contraste con el espacio y la quietud de la casa de los Jocelyn.»
La fiesta de la muerte, pág. 116.
Puede que algunos lectores consideren que ha envejecido mal debido a todo el desarrollo de las teorías sobre el psicoanálisis. Sin embargo, creo que el que sea un producto del momento en el que fue creado y que refleje tan bien determinadas problemáticas sociales la convierten en una novela brillante. El estilo de la autora, su magnífico uso de los diálogos y de la perfilación de sus personajes, hacen de esta obra un clásico indiscutible del género que debería ser recuperado.
*No dejéis de pasar a leer la magnífica reseña de Jose Ignacio Escribano en su blog A crime is Afoot.
Os dejo un enlace a un artículo sobre cómo un pesticida se convirtió en un medicamento para adelgazar, y cómo en fecha reciente ha regresado al mercando de nuevo: https://www.popsci.com/article/science/science-and-history-pesticide-turned-diet-pill/
Título: La fiesta de la muerte (Dance of Death) Autora: Helen McCloy. Traductor: J. Roman. Editorial: Acme Agency S. R. Lda. (1945) Año de publicación: 1938. Número de páginas: 188.
Deja una respuesta