Poco a poco, estamos aprendiendo a observar la violencia doméstica con otra mirada. Durante décadas ha estado muy arraigada la imagen de que una víctima de violencia de género es una persona cubierta de lesiones y marcas que nos permiten ver las agresiones de forma física. Sin embargo, quienes ejercen violencia no siempre llegan a ese punto. Y cuesta percibir las señales de aquello que no puede advertirse a simple vista. Private Violence, un documental para HBO creado y dirigido por Cynthia Hill, nos ayuda a ello.
Marcas físicas y psicológicas.
A través del testimonio de varias mujeres, Hill nos enseña a percibir las secuelas que el maltrato deja en las víctimas. Creo que el éxito de este reportaje reside en el foco, que se sitúa en todo momento en la víctima y no en el criminal. El miedo a ser encontradas, a que las maten, a sentirse sometidas. Porque ahí reside la clave de estas vejaciones: en la anulación de la persona, en su incapacidad de actuar o de tomar las riendas de su propia vida.

Para ello, Private Violence nos habla de distintas mujeres, pero pone el foco en una en concreto. Deanna Walters fue secuestrada y golpeada por su marido en la cabina de su camión durante días y frente a la hija pequeña de ambos. Podemos ver las fotografías del estado en el que Deanna fue recogida por la policía. Sin embargo, escuchando su historia, podemos detectar que las secuelas físicas no fueron tan condicionantes como las psicológicas.
Negación de la violencia de género.
Son muchos los que, incluso a día de hoy, siguen negando la existencia de este tipo de agresiones. En una reciente encuesta del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), uno de cada cinco jóvenes varones de nuestro país afirmaban que la violencia de género no existe. El doble que hace cuatro años. Teniendo en cuenta que en 2020 se han registrado 150.785 denuncias por esta tipología de abusos, ninguna de ellas falsa, y que 47 mujeres han muerto por esta causa, los datos que arrojan esa encuesta resultan preocupantes.
Son muchos los que siguen sin comprender los motivos de aquellas denunciantes que terminan volviendo al domicilio familiar. Que prefieran tener cerca a su enemigo antes que pasar el resto de sus vidas mirando por encima del hombro. Que escojan ser sometidas a vivir en libertad. Por eso este tipo de testimonios y de iniciativas son tan importantes.

En más de una ocasión he oído que «ya hay demasiadas novelas que hablan de maltrato». O documentales. O películas. Nunca serán suficientes mientras esto siga ocurriendo. Más aún si algunos consideran que ejercer poder y violencia sobre otro ser humano no solo no es delito, sino que es una práctica normalizada y permitida por la sociedad.
*Podéis ver este documental en Filmin.
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